PLANTAS ELÉCTRICAS
Una planta eléctrica es una máquina que mueve, un generador de electricidad a través de un motor de combustión interna. Son comúnmente utilizados cuando hay déficit en la generación de energía eléctrica de algún lugar, o cuando son frecuentes los cortes en el suministro eléctrico.
Se podría hablar de "steampunks" en nuestros tiempos, donde predomina la tecnología, donde lo natural y lo tecnológico generan múltiples experiencias que van marcando un carácter general. Ayudándonos a prosperar y ha abusar de estas tecnologías para llegar mas lejos.
En esta colección se muestra una realidad a partir del uso excesivo de la tecnología y la explotación de la tierra, por medio de un sugestivo lenguaje plástico, entre cables, micro chips y pequeñas plantas de plástico.
MIRIAM
MARTÍNEZ GUIRAO
Jardines
micro-políticos y paisajes eléctricos
Tatiana
Sentamans
A medio
camino entre el jardín contemplativo y la jungla eléctrica minimalista, plantas eléctricas es el nuevo universo
poético creado Miriam Martínez Guirao. En él, un conjunto de insólitas especies
botánicas producen un efecto sensorial donde la luz es materia prima y
resultado en un particular proceso de fotosíntesis, y donde otras familias vegetales crecen
espacialmente entre luces y sombras. La ingeniería procedimental puesta en
marcha a tal efecto, supone una búsqueda y experimentación materiales en las
que se combinan elementos tan dispares como la porcelana, el latón, el
plástico, la madera, circuitos eléctricos, cables, y varios objetos. De este
modo, la artista genera diálogos entre lo manufacturado y lo artesanal; entre
lo delicado y único, y lo seriado y sustituible.
Su
continuo interés formal por los motivos y texturas vegetales, puede rastrearse
hasta trabajos anteriores como las series “Invasores-invadidos” (2005-2006), “Plantas
carnívoras” (2009) o “Sobre-sub_suelo” (2010). Además, el referente temático de
éstos traza un camino hacia el proyecto de investigación académico “Jardines
Efímeros” (2012), que cristaliza aquí en una nueva vuelta de tuerca de los
binomios naturaleza-artificio, perecedero-duradero. Su modelo de producción personal
es una especie de topiaria conceptual, que poda la idea de experiencia componiendo
un jardín cada vez. Y qué es un jardín sino una bisagra entre naturaleza y cultura,
donde la intervención humana determina y dispone las especies, la forma y el
lugar, y por lo tanto, ordena plásticamente el espacio. Sin embargo, si elevamos
la vista hacia el archivo online
<jardines-efimeros.blogspot.com>, debemos afirmar con rotundidad que Miriam
reivindica la mirada, el jardín como object
trouvé micro-político, pues hay una búsqueda de lo silvestre y de lo
salvaje en lo urbano, como revolución y como signo de resistencia.
Fondos neutros;
el blanco pintado de la ausencia de pigmento como traducción y síntesis de la
saturación del color-luz; objetos superpuestos que reivindican un enfoque macro
de lo micro, y llevan el detalle a un primer y único plano; pintura como
escultura, como instalación; la serie “Cuadros eléctricos” -uno de los
principales componentes de la exposición- conceptualiza la turbación sensorial
de la pintura romanticista del XIX de Turner, y plantea una emoción contenida, y
una visión del paisaje concisa y definida, sin brumas ni nieblas. A través de
la seriación e instalación de módulos-piezas, la artista propone una hipótesis
conectiva, una ecuación que se desarrolla a lo largo de la retícula ordenada de
su peculiar panorama perspectivo: [electricidad ≥ existencia vegetal]. Quizás además porque el paisaje es una
mirada proyectada desde una perspectiva de descubrimiento, es a partir de pequeñas
plantas silvestres encontradas en su entorno, como Miriam genera nuevos
especímenes de plástico a los que dota de raíces-cable y hojas-microchip, para
respectivamente, tomar y transformar materia y energía del entorno. Pareciera
entonces como si las plasticosas briznas fueran obra de la prótesis alimentaria
cibernética y no de la mano de la escultora, en lo que en definitiva se propone
como vida artificial.
Fotografía: Álvaro Vicente
radical. (Del lat. radix, -īcis, raíz). (RAE)
Desde
sus primeros trabajos, la artista muestra un claro interés por el ciclo
nacimiento-crecimiento-muerte. Especialmente en su proyecto expositivo más
reciente (“Raíces y puntas”, 2011), sugiere a través del cabello tejido,
diversas reflexiones acerca de la experiencia vivida y su devenir entrecruzado,
entretejido. Y la raíz ahí, y ahora en plantas
eléctricas, es leitmotiv central como sustento, como toma de tierra, y definitivamente, como resistencia, registro, y
sustrato fósil. La instalación central de la sala MAG “Enraizada”, está
compuesta por quince piezas de
porcelana, iluminadas por un sistema eléctrico led de luz blanca y verde, que penden/nacen del techo de una maraña de
lianas-cable. Cada una de las piezas, es un artefacto de diseño industrial, que
pervierte la idea funcional de bombilla en una retorcida revisión de los
preceptos Bauhaus, y a la vez entronca con las lámparas globo que suben y bajan
de Marianne Brandt (directora del taller de metal tras la marcha de
Moholy-Nagy), o con sus flexos como el Kandem. En “Enraizadas”, las ampollas no
son más un mero contenedor estanco o límite, sino finas crisálidas cocidas de luz,
donde los intersticios entre las superposiciones de hojas de hiedra
porcelánicas y translúcidas, generan una amalgama de claroscuros contrastados y
reflejos que nos llevan de regreso al paisaje romántico. La idea
de paisaje implica una contemplación, y por lo tanto una perspectiva, en la que
la distancia y el punto de vista son fundamentales. Aquí sin embargo, y en contraposición a “Cuadros
eléctricos”, o a “Sobrellaves”, hay una exaltación en la escala instalativa,
que empequeñece lo humano, y que provoca ese éxtasis privado del estar-en.
Finalmente,
tras un recorrido quasi baudelairiano
de plantas eléctricas, puede
afirmarse que Miriam Martínez Guirao, a través de un planteamiento conceptual y
procedimentalmente complejo, pero formalmente delicado y sutil, construye un
jardín donde reivindica, desde lo cercano y personal, una resistencia cultural
de lo natural –valga la paradoja- ante el exceso y el simulacro hi-tech del siglo XXI.
De este modo, la artista pone su granito de arena en el restablecimiento del rol del “arte como naturaleza” en la construcción del nuevo espacio contemporáneo.
De este modo, la artista pone su granito de arena en el restablecimiento del rol del “arte como naturaleza” en la construcción del nuevo espacio contemporáneo.
Fotografía: Álvaro Vicente